Gérard David nació en la pequeña ciudad de Oudewater, en la actual provincia de Utrecht, hacia mediados del siglo XV, en una fecha que los historiadores sitúan habitualmente entre 1455 y 1460. Su infancia transcurrió en un entorno típicamente neerlandés, en una ciudad que formaba parte de la diócesis de Utrecht y que en aquel tiempo tenía una modesta pero activa vida artesanal. Poco se sabe de sus primeros años, pero es probable que recibiera formación básica en su localidad o en alguna ciudad cercana, como Gouda o Haarlem, donde podía entrar en contacto con talleres de pintores o iluminadores. Esa temprana exposición al ambiente artístico le permitió familiarizarse con la práctica de la pintura en tabla, una de las actividades más prósperas de los Países Bajos borgoñones en el siglo XV.
La primera referencia clara a su actividad profesional lo sitúa en Brujas en 1484, año en que fue admitido como maestro en el gremio de San Lucas, la organización que agrupaba a los pintores y artesanos de la ciudad. La inscripción en el gremio era un paso fundamental para poder trabajar legalmente y aceptar encargos de importancia. Con este reconocimiento, David comenzaba una nueva etapa de su vida, asentándose en la que era una de las ciudades comerciales y artísticas más activas de Europa. Brujas se encontraba entonces en el ocaso de su esplendor como centro mercantil, pero seguía siendo un punto clave para el comercio internacional y un lugar de gran demanda artística. Los primeros años de David en la ciudad debieron de ser de intenso trabajo, pues rápidamente empezó a recibir encargos para iglesias, monasterios y particulares, que le permitieron consolidarse como maestro de prestigio.
En esta etapa inicial, la producción de David se benefició de la desaparición de grandes maestros como Hans Memling, que había muerto en 1494. Este cambio generacional le dejó espacio para convertirse en uno de los principales pintores de la ciudad. A finales del siglo XV ya dirigía un taller capaz de realizar encargos de envergadura, con ayudantes que le asistían en la producción de grandes retablos. Su integración en la vida de Brujas fue completa y no tardó en establecer vínculos personales que reforzaron su posición social. Hacia 1496 se casó con Cornelia Cnoop, hija de Jacob Cnoop, un reputado orfebre que había sido decano del gremio de su oficio. Este matrimonio fue decisivo para afianzar su estatus, pues lo vinculó a una de las familias más respetadas de la ciudad y lo situó en un círculo social de importancia. Cornelia, al igual que otras esposas de artistas de su tiempo, desempeñó un papel relevante en la administración del taller y en la gestión de las relaciones con clientes y proveedores. De este matrimonio nació al menos una hija, Bárbara, que aparece mencionada en documentos posteriores, lo que permite entrever un hogar estable en el que vida familiar y actividad profesional se entrelazaban.
Los primeros años del siglo XVI consolidaron la reputación de David como figura central en la vida artística de Brujas. En 1501 fue elegido decano del gremio de San Lucas, un honor reservado a los maestros más respetados. Como decano, debía representar a la comunidad de pintores ante las autoridades municipales y velar por el cumplimiento de las normas gremiales, una responsabilidad que confirma su prestigio. Durante este tiempo su taller creció en tamaño e importancia, atrayendo aprendices y colaboradores. Entre los asistentes que pasaron por su taller se encuentra Ambrosius Benson, un pintor de origen lombardo que se convertiría en uno de sus más conocidos discípulos. La relación entre maestro y ayudante fue fructífera durante varios años, con Benson trabajando en proyectos de gran escala bajo la supervisión de David.
La vida de la familia David-Cnoop aparece en ocasiones reflejada en las obras que producía el taller. En 1509, por ejemplo, entregaron a la comunidad carmelita de Sion en Brujas un gran panel que representaba a la Virgen y las santas vírgenes. En esta obra se incluyeron las figuras del propio David, de su esposa Cornelia y de otros miembros de la familia, lo que constituye un testimonio de su devoción y de su posición social. Este tipo de donaciones eran habituales entre los artesanos y comerciantes de la ciudad, que encontraban en ellas una forma de afirmar su fe y de perpetuar su memoria.
Durante la segunda década del siglo XVI, David amplió su radio de acción. En 1515 se registró en el gremio de pintores de Amberes, lo que le permitió vender obras en el mercado de aquella ciudad, que por entonces estaba desplazando a Brujas como principal centro comercial de los Países Bajos. Este movimiento demuestra su visión práctica y su deseo de mantener la competitividad de su taller en un momento en que Brujas sufría cierto declive económico. El contacto con Amberes le ofreció nuevos clientes y favoreció la difusión de sus composiciones, que comenzaron a circular fuera de su entorno inmediato.
Sin embargo, no todo fueron éxitos en esta etapa. Hacia 1519 surgió un conflicto con Ambrosius Benson, que ya se había independizado como maestro. Benson reclamó ciertos materiales de taller, incluyendo dibujos, modelos y plantillas, lo que desencadenó un pleito que se prolongó durante algún tiempo. La disputa se resolvió con una sentencia que obligaba a David a devolver parte de los bienes reclamados, y el incumplimiento de la resolución derivó en su breve encarcelamiento. Aunque este episodio pudo resultar embarazoso, no parece haber afectado de manera decisiva su posición en la ciudad, ya que continuó trabajando y manteniendo el respeto de sus colegas.
Los últimos años de su vida fueron de estabilidad relativa. Su taller siguió activo y continuó produciendo paneles y retablos para clientes de la región. La presencia de ayudantes aseguraba la continuidad de los encargos incluso cuando David se encontraba en viajes o gestiones externas. Se sabe que en esos años siguió participando en la vida cívica de Brujas, lo que confirma que conservaba su influencia. Su reputación permanecía intacta, y las obras que salían de su taller seguían siendo apreciadas por clientes religiosos y laicos.
El 13 de agosto de 1523 Gérard David murió en Brujas. Fue enterrado en la iglesia de Nuestra Señora, uno de los templos más importantes de la ciudad, lo que confirma la consideración de que gozaba. Su esposa Cornelia se encargó de organizar las exequias, de pagar las misas por su alma y de cumplir con las obligaciones habituales tras la muerte de un ciudadano de prestigio. La mención de su hija Bárbara en los registros de la época permite suponer que la familia mantuvo la memoria del pintor durante los años posteriores. Es posible que el taller continuara funcionando por un breve tiempo después de su muerte, terminando los encargos que habían quedado pendientes.